8/1/21 - Tucumán
by Daniel Devlin
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Todo pasaba en casa
Todo pasaba en casa. Versión 2021-08-01
Sitio de lo cotidiano, donde sin preguntar latía la vida, entre el paraíso y el infierno, natural plataforma de arribo y partida de la existencia misma, que en su sencillez deslucía la magia de lo extraordinario.
…poseedoras del ancestral secreto, las mujeres, vehículo del milagro, manejaban sabiamente la escena y los tiempos, el vientre creciendo por estaciones y el alumbramiento resolviendo el misterio, en un efímero protagonismo, entre el surco y el fogón. El deseo y la esperanza, caprichosos artilugios para preservar la especie. Solo el fruto en cierne, compensaba la humillación del dolor. El hombre, a prudente distancia, esperaba, entre culpas y congojas, rezando por la hembra y el sexo del crío, que aliviase el trajín de los días, continuando con orgullo, su único bien, el apellido.
Los niños Juraban haber visto a la cigüeña, los mayorcitos se empeñaban en descubrir por donde los parían, más tarde vendrían las lecciones del tío, lo demás lo enmendaría el verbo que solo enseña conjugándolo.
Mi padre, nació en una casa de piedra, fronteriza al mundo, viejas comadres del pueblo asistieron a mi abuela y de cinco hijos paridos, sobrevivieron solo dos, la pulsión de la vida, rigor y resignación.
Esto sucedía en un tiempo no lejano, antes que las corporaciones declararan que los nacimientos demasiados importantes, para quedar en manos de simples mortales. Los avances de la ciencia médica y las mayores expectativas de vida, son argumentos insoslayables, pero es atinado decir que, hemos perdido el natural y temprano contacto con los ciclos vitales, saber que los goces y las sombras reclaman siempre un precio y que nada existe sin un profundo sentido a develar, justificando la existencia.
… los vecinos eligieron el cuarto apropiado, reubicaron los muebles, cegaron los espejos y cuadros, abrieron los armarios, hicieron café y compraron anís, el trágico desconsuelo para unos pocos y la social impostura para muchos, los juicios impiadosos de algunos y las inútiles palabras. El amor y el coraje del viajero, con las horas y el cansancio, los secretos en voz baja del finado. Los chicos, ajenos al drama, jugando a las escondidas, buscando ese olor que recordaran por siempre y el aprendizaje precoz…” parecen dormidos, pero más feos” y solo despiertan en las pesadillas y como las moscas prefieren la nariz. Junto al cajón, suspiros y llantos, atenuado por café y anís, en el fondo, chistes verdes y ginebra para confundir a la muerte y gambetear la pregunta quién será el próximo. Palidez y ojeras de la noche, el inevitable del cierre del cajón, la última mirada y el estaño fundiéndose. Las Nueve noches, rezos y consuelo entre chismes y colectas.
El celo a la intimidad o evitar limpiar la casa, proteger de traumas a los niños, fueron quizás las razones de los cambios o simplemente, el relajarnos y aceptar los nuevos tiempos, la cultura descafeinada, anestesiando las angustias alejándolas con perfume y maquillaje, siempre con chispitas de chocolate.
Todo esto desplazo a la casa del centro de la escena y de nuestras vidas, dejándonos huérfanos de ritos y trascendencia. el alfa y el omega quedo en manos de expertos profesionales… que ofrecen: “un servicio personalizado sin perder la dimensión humana”, todo resuelto, en confortables salas, con bombones, café y bucólicos cementerios donde descansar en paz…y ahora con un nuevo servicio, sin costos adicionales, seguir por Internet, minuto a minuto las instancias del velatorio, cómodamente desde cualquier lugar del mundo…no somos nada, virtuales más que nunca, casi nada, como las lágrimas, el dolor, los suspiros, el olor y el volumen, siendo dueños de la decisión, sin culpas, de cambiar de canal cuando la muerte nos aburra.
Juan Domingo Garlatti